"...Hay veces, que mi ser se cubre de oscuridad, y desearía escapar, muy lejos, a donde nadie me encuentre, y mi alma, pese al dolor, alcanza a guiar, si acaso, a mi mano izquierda..."

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martes, 9 de agosto de 2011

¿Y Tú, Desde Cuándo Dibujas?

Es una pregunta que me hacen frecuentemente y que, sinceramente, me cuesta trabajo responder.

Respondería con una pregunta ¿Desde cuando se tiene uso de razón? Tengo albergados recuerdos lejanos de mi primera infancia, desde cuando me cargaban mis padres, y recuerdo especialmente una ocasión, cuando tendría tres o cuatro años, cuando mi mamá iba al mercado, y nos dijo, a mis hermanos y a mí, si queríamos que nos trajera algo; "un cuaderno, un lápiz, y unos crayones", era mi respuesta. Un cuaderno pequeño de 20 hojas, un lápiz, y una caja con 6 crayones, los cuáles con el pasar de las semanas siempre terminaban extraviados de alguna manera, por lo que el pedido se repetía un par de meses después. A veces, se sumaban un paquete de doce lápices de colores, o un cartón con cinco tonos diferentes de acuarelas, nunca necesité más para ser feliz.

Aún desde aquellos años, florecieron dos detalles que marcaron no sólo mi gusto por el dibujo, sino también mi desarrollo escolar y toda mi vida. Primero, mi zurdera, que para mi más que buena fortuna mi madre nunca intentó corregir, como era lo usual en aquellos años, y del mismo modo, también luchó porque, pese a lo que algunos maestros querían, esta “corrección” tampoco se diera en la escuela.


El otro detalle, mi dificultad para distinguir ciertos colores, detalle que siempre me ha forzado a pedir ayuda a alguien, generalmente mi madre o hermana, a la hora de trabajar lápices de color o pintura.

¿Inspiración?, como todo niño de mi época, la televisión jugó un papel importante. Esas caricaturas y programas plagados de seres y situaciones imaginarios; guerreros, dragones, superpoderes, robots gigantes, viajes al espacio, artes marciales, animales con características humanas… historias que disfrutaba mucho y  que me sigo dando el gusto de disfrutar de vez en cuando, Parafraseando a John Lasseter, creador y director de Pixar, parece que algunos sólo somos niños que no quieren crecer.

Mi otra gran fuente de inspiración, y que llegó un poco después, son los libros. Me encantaba ver las ilustraciones que llevaban, y con el paso del tiempo, al aprender leer el texto al que acompañaban, e imaginarme esa gente viviendo en lugares remotos y extraños, llenos de seres que, con el paso del tiempo, me enteré que jamás existieron, pero que en cierta forma nunca pudieron morir en mi mente. No sólo la literatura o la fantasía, también había otro tipo de libros, libros con fotos de animales, animales extraños que vivían en lugares de nombre impronunciable, y de gente cuyas lenguas, costumbres e indumentarias eran muy distintos a los que yo conocía. Y más aún, había libros de animales que existieron, pero que se habían extinguido, animales que habían vivido en tiempos que, en ese entonces, mi mente no alcanzaba a calcular.

Existían libros de gente, lugares y situaciones, que se habían sucedido hacía muchos años, gente que había hecho grandes cosas, sucesos muy importantes, y lugares que ya no existían, o que habían cambiado con el paso del tiempo. Había, también, otros libros, más difíciles de entender, pero no menos apasionantes, de mundos lejanos, de mundos dónde la humanidad no ha llegado, donde el suelo no es como el nuestro, mundos plagados de lava, o de hielo, o de rocas, mundos plagados de aire que no era respirable, o mundos dónde el aire estaba ausente. Libros dónde se hablaba de mundos pequeños, ínfimos, dónde se albergaban las más pequeñas expresiones de la vida y de la materia, pero que no por ser ínfimos eran menos importantes. Libros dónde se hablaba de diferentes tipos de rocas, de cristales, de vegetación, de fauna, de climas, de montañas, de mares. Tantos temas distintos y tantos libros para cada tema, y cada tema y cada libro hacían volar la imaginación.




Dibujar, y pintar de vez en cuando, nunca fue algo que me pareciera que podría ser “mi estilo de vida”, y aún hoy, la idea de que así sea, me parece lejana, es como si siempre hubiera sido un accesorio, el complemento a todo lo que hacía. La escuela, al menos en los primero años no era algo complicado, Podía sacar buenas calificaciones, y aún así, al final de las libretas, en esas hojas que la mayoría de las estudiantes nunca usa, o que llenan de corazones con el nombre de la persona que se sentaba junto ellos, pero que nunca les hablaba, en esas hojas yo siempre tenía varios dibujos.

Recuerdo esas viejas historietas “platicadas”, platicada, porque tenía que platicar de qué trataban, porque aún no sabía escribir, esos viejos dibujos de dinosaurios, robots, de animales y gente que no existía, sólo existía en mi imaginación.

Secundaria, pese a lo que solicité inicialmente, fui asignado al taller de Dibujo Técnico, el cual siempre fue difícil, no por la complejidad de los trazos, si no porque siempre se me exigía ser más pulcro en mi trabajo. En el segundo año, y en esos giros raros que da la vida, mi profesora de taller solicita licencia para dar a luz a su primer hijo. Dos meses en que debíamos ser asignados a otro taller, así que no dude ni un segundo en solicitar Artes Plásticas, dónde tuve mis primeros contactos con el óleo, y dónde me hice de un par de buenos amigos que aún conservo hasta hoy.

Cursaba el primer año en bachillerato, cuando un compañero me invitó a diseñar, con un fin que nunca tuve claro y que, por cierto, nunca se concretó, algunos personajes para un videojuego, personajes al estilo de los juegos de lucha uno a uno. Arranqué a partir de una caricatura de otros dos compañeros peleando, los personajes, a la postre recibieron nombre, “Poison” y “Tajaku”, y la historia también; “El Último Juego de el Infierno”. Historia que, para los que no sepan, fue creciendo, creciendo y creciendo, hasta que creció tanto que aún hoy sigue ahí, arrumbada, para ser desarchivada cada tanto, revisada, recortada, aumentada, y arrumbada de nuevo, es decir, que no la he terminado, y al igual que otras más, quizá nunca acabe. En esos años de bachillerato, de quien más aprendí fue de un compañero de escuela, quien, al día de hoy, sigue siendo el mejor dibujante que he podido conocer en persona.



Año de 1999, cursando una carrera técnica, y comenzó la tristemente célebre huelga de la UNAM. Tratando de aprovechar el tiempo, mi hermano, estudiante también de la Universidad, entró a tomar cursos de capacitación en una clínica del Seguro Social, mismos que eran bastante accesibles para los derechohabientes. Aleccionado por él, tomé mi primer curso formal de dibujo y pintura. Tengo pésima memoria, pero aún hoy no logro perdonarme por no recordar el nombre completo de mi primer maestro. Ahí aprendí una técnica de dibujo degradando lápices con minas de diferente dureza, y ahí también realicé mis primeras pinturas con acrílico.


Año 2000, fin de la huelga, y el comienzo de mi carrera profesional. Nada que ver con el dibujo o la pintura, muy complicada, pero, no lo niego, en algunos aspectos, gratificante. Y por primera vez, encontré a varios profesores con la capacidad de sumirme en su cátedra y hacerme soltar el lápiz por un rato. En esos tiempos, en dos ocasiones dejé de dibujar o pintar por al menos  6 meses, en una ocasión, por casi un año. Problemas personales que me hundieron, pero que fui sobrellevando, afortunadamente, me hice de un puñado de los mejores amigos que pude haber conocido.

Año 2007, luego de enviar una buena cantidad de correos electrónicos, al fin recibí una llamada; me pedían que me presentara a un casting para el programa de televisión “47 Segundos”, en Canal 22. Luego de un pésimo inicio, un desarrollo casi excelente, y una final cardiaca, quedé en segundo lugar de la cuarta temporada (ojalá aquellos a quienes les avisé lo hayan podido ver, en aquellos años no tuve los medios para poder grabarlo).

El ser finalista, me daba derecho, entre otras cosas (libros, boletos para el teatro…) a tener una beca por seis meses en el Centro de Cultura Casa Lamm, dónde se imparten diversas carreras relacionadas con el arte. Luego de mucho sopesar opciones, me decidí por un curso de pintura… que ya no se impartía, así que tomé mi segunda opción, que a la postre resultó ser la mejor, “Dibujando con el Hemisferio Derecho”, con la maestra Anel Ávila, con quien no sólo aprendí nuevas técnicas de dibujo y pintura, sino nuevas formas de encontrar la creatividad, y sobre todo, a ser más limpio en mi trabajo =P.



Terminado el curso, mi maestra intercedió para que me dejaran ingresar un par de semanas, sin ningún tipo de costo, al Instituto Cultural Helénico, lugar dónde, por cierto, he tenido mi primera (y única) exposición, y en dicha exposición fue la última vez que probé alcohol.

Y así, llego al día de hoy, luego de muchas situaciones, unas más infames que las otras, me encuentro ahora, tratando de compartir lo que hago, por medio de las redes sociales. Me siento en parte, como siempre ha sido, un advenedizo, alguien que en cierta forma no encaja, pero como siempre, he conocido un puñado de gente realmente valiosa que me hace sentir que vale la pena seguir intentando, a pesar de todo, y a veces a pesar de mí mismo.

Por favor, nunca dejen de soñar, =D.



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