"...Hay veces, que mi ser se cubre de oscuridad, y desearía escapar, muy lejos, a donde nadie me encuentre, y mi alma, pese al dolor, alcanza a guiar, si acaso, a mi mano izquierda..."

Like

viernes, 28 de marzo de 2014

!Yo Escribo! VI: Escribe un Microrrelato Sobre Esta Imagen.

Recuperando tiempo, les comparto la sexta entrega del reto "¡Yo Escribo!" del blog Eleazar Escribe, ahora toca escribir un relato sobre la imagen siguiente:

Montiljo © DeviantArt

Lo primero que pensé fue imprimarla y escribir sobre ella =P, luego pensé en un relato ubicado en el purgatorio, pero el último relato que publiqué (Regalo del Cielo) tenía un tema parecido (añádanlo a los elementos recurrentes de la entrada anterior, junto con abrir el texto con un diálogo), luego quise evitar algo relacionado con hadas o duendes, después intenté pensar en algo que me hiciera recordar la imagen, y lo que me vino a la mente fue una canción, la cual me recordó un dibujo que había hecho, armado todo, este es el resultado:


DE VUELTA A CASA.


 —Pero regresa a tiempo para la comida.


No terminaba de hablar cuando ella salía disparada en dirección al árbol. Miré fijamente el Ficus que se erguía en el centro del jardín, al cual mi hija dirigía sus apurados pasos, en cuanto estuvo a su alcance, se encaramó en el columpio que colgaba de una de sus ramas. Me senté en la balaustrada y comencé a rememorar.

Se cumplían dos semanas desde que llegamos a esta casa, la casa en la había crecido, y que volvía a llamar “mía” de nuevo. Me había negado al inicio, pero cuando mi madre me rogó por enésima vez, en complicidad con mi esposa, al fin dejé todo para venir, aún cuando había prometido jamás volver una década atrás. Mi madre no exageraba, el estado de mi padre era realmente grave, sólo tres días después su lucha en este mundo había terminado.

Ya no estaba consciente cuando acudí a verlo, aunque de todos modos mi madre insistió que le hablara. Intenté ser breve, y dejar en claro que los rencores habían quedado en el pasado. Una carta de su puño y letra, que mi madre me había entregado, rezaba en el mismo tenor; había permanecido al pendiente de mí, estaba orgulloso que hubiera encontrado mi camino, y que formalizara mi relación con mi ahora esposa. Su última voluntad fue que su testamento se leyera hasta terminado el novenario, lo que había ocurrido apenas una hora atrás; me dejaba todo, incluyendo la casa, con la única condición que me hiciera cargo de mi madre, lo cual iba a hacer de todos modos.

Repasé una vez más con la vista la casona y el inmenso jardín. Mi primera reacción había sido venderlo todo y volver a la ciudad, pero mi esposa creía que el cambio de aire le sentaría bien a la niña, que aún no comenzara la escuela primaria hacía que el cambio fuera oportuno; sin mencionar la enorme ganancia de espacio contra nuestro pequeño departamento, que aparte era rentado. No sólo me complacía la idea que ella creciera en el mismo lugar que yo, desde hacía unos meses estaba considerando renunciar a mi empleo, de hecho, ya había excedido por dos días el permiso que me habían otorgado; podría decirse que todo iba cayendo en su lugar, pero no dejaba de sentirme extraño.

Reparé que las risas de mi hija habían cesado y estaba sentada en el pasto, de espaldas a mí, instintivamente me puse de pie y caminé al árbol. ¿Hacía cuantos años que no tomaba ese camino? Muchos, incluso más de los que habían pasado desde que dejé la casa. Cada paso iba acompañado de un ligero hormigueo que aumentaba, como si la memoria del cuerpo se hiciera cada vez más fuerte. Cuando llegué, noté un ligero murmullo que se apagó cuando mi hija escuchó que me acercaba.

—¿Puedo sentarme?

Asintió levemente, me coloqué a su lado y vi que jugueteaba en silencio con un oso de peluche.

—¿Ya no quieres jugar en el columpio?

—No… el señor oso se marea…

Cuando llamó al muñeco por su nombre me resultó extrañamente familiar; como una luz al final de un largo túnel que crece mientras te acercas a ella, hasta que acaba por cegarte, los recuerdos por fin volvieron a mí. Tomé con suavidad el muñeco de sus manos, las palabras se me ahogaban, pero al fin pude articular:

—Dónde… ¿Dónde encontraste este muñeco?

—Estaba sentado ahí —me respondió, señalando al columpio, mientras su inocente mirada no dejaba lugar a la menor duda.

Abracé al muñeco, y por primera vez en los últimos días, comencé a sollozar.

—¿Te pasa algo papá?

—Nada hija… nada… es sólo que… por fin encontré algo… algo que… no sabía me faltaba…

Mi esposa nos llamó para comer. Mi hija me tomó de la mano, sonriendo. Mientras caminábamos de regreso, de algún modo supe que por fin había vuelto a casa.


"Teddy Bear".

Tinta/papel.














No hay comentarios.:

Publicar un comentario